jueves, 10 de abril de 2008

Zarzal es la memoria

"Pollice verso". Uno de los poemas de José Martí poco conocidos, porque nadie le puso música y lo grabó en un disco. En las antípodas de aquel otro de "yo soy un hombre sincero/de donde crece la palma", casi tan famoso como el himno de Asturias.

"(...)Y aún me aterro
De ver con el recuerdo lo que he visto
Una vez con mis ojos. Y espantado,
¡Póngome en pie, cual a emprender la fuga!
¡Recuerdos hay que queman la memoria!
¡Zarzal es la memoria; mas la mía
Es un cesto de llamas! A su lumbre
El porvenir de mi nación preveo.
Y lloro. Hay leyes en la mente, leyes
Cual las del río, el mar, la piedra, el astro,
Asperas y fatales: ese almendro
Que con su rama oscura en flor sombrea
Mi alta ventana, viene de semilla
De almendro; y ese rico globo de oro
De dulce y perfumoso jugo lleno
Que en blanca fuente una niñuela cara,
Flor del destierro, cándida me brinda,
Naranja es, y vino de naranjo.
Y el suelo triste en que se siembran lágrimas,
Dará árbol de lágrimas. (...)"

Recuerdos hay que queman la memoria.

Y, de momento, la neurociencia no ha encontrado el método para extirpar esos recuerdos que queman y dejar sólo los gozosos recuerdos de los tiempos felices. Como mucho nos tratan las quemaduras con antidepresivos, tranquilizantes, ansiolíticos, somniferos. O nos meten el hierro candente en la quemadura y nos hacen hablar, analizar, revivir...

Pero nadie nos explica cómo se pueden trazar líneas que dividan la memoria y el sentimiento en dos: el tiempo de la memoria ardiente y el presente desmemoriado. No se nos enseña a desvincular a quien pegó la antorcha a la zarza y percibirlo como un ser angélico y benéfico. No nos entregan la fórmula mágica para recuperar la confianza en quien roció la zarza de queroseno y convencernos de que lo que ahora aplican es una pomada para quemaduras.

Ese camino cada cual lo ha de enfrentar como buenamente pueda. Y habrá quien se dé media vuelta y decida que el resultado no merece correr el riesgo. Habrá quien intente tomar atajos y reprima sentimiento y razón. Y habrá quien lo recorra, como en la canción de Lou Reed, "like a child staring at her feet", con tropezones y pasos atrás, con incertidumbre, inseguridad y, en ocasiones, desesperación.

Porque nadie garantiza que al final del camino espere ninguna recompensa porque:
"(...)No es la vida
Copa de mago que el capricho torna
En hiel para los míseros, y en férvido
Tokay para el feliz. (...)"

Y sí, como Martí sentencia en su "banquete de tiranos", hay en el mundo dos tipos de personas

"Hay una raza vil de hombres tenaces
De sí propios inflados, y hechos todos,
Todos del pelo al pie, de garra y diente;
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
Y plantas insectívoras y puras
Sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres de unos se alimentan:
Los otros su alma dan a que se nutran
Y perfumen su diente los glotones,
Tal como el hierro frío en las entrañas
De la virgen que mata se calienta.(...)"

Si tiene razón Martí... Entonces uno no puede evitar pertenecer a la raza de los crédulos que prefieren entregar esa alma en la que no creemos para garantizar el sustento de los glotones.

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